Nuestro Proyecto educativo
Misión
- Ofrecer a la sociedad, un modelo de educación basado el humanismo cristiano y de excelencia.
- Proponer, desde el diálogo con otras creencias y opciones, una visión cristiana del ser humano y de la sociedad.
- Promover en los alumnos y alumnas actitudes responsables de compromiso ante toda forma de deshumanización.
- Desarrollar todas las potencialidades de los alumno; físicas, intelectuales, sociales, espirituales, artísticas y técnicas.
- Compartir con la familia y la sociedad la responsabilidad de educar.
- Posibilitar que la educación cristiana de calidad sea un espacio abierto y de encuentro para todas las familias que lo deseen sin exclusiones
Visión
Como centro de la Compañía de Jesús aspiramos a:
- Ser un centro con clara identidad cristiana, de calidad educativa, abierto y accesible a todos, con constantes innovaciones pedagógicas desde la propia y experimentada tradición pedagógica ignaciana, con metodología activa e innovadora y un trato personalizado atento a la diversidad.
- Generar un fuerte sentido de pertenencia e identificación del personal del centro, familias y alumnos con el Proyecto Educativo que ofrece la Compañía de Jesús.
Valores
Los centros de la Compañía de Jesús asumen como valores propios:
- El Evangelio de Jesús como referencia
- La atención personal
- El compromiso con la justicia y el entorno social y cultural
- La responsabilidad y exigencia en el trabajo escolar y en la convivencia
- La implicación de los alumnos en su propio proceso de aprendizaje
- La libertad de expresión e iniciativa
- La variedad metodológica y organizativa
- La excelencia profesional y en la gestión de todos los procesos
La persona que deseamos formar
«La educación es un factor de desarrollo humano a través de la cual se persiguen la justicia social, la reconciliación entre los seres humanos y con el medio ambiente; se promueve la paz y se detiene la violencia; se abren horizontes universales y trascendentes. Un ser humano educado sabe situar sus metas personales dentro de la búsqueda del bien común”.
Padre General Arturo Sosa, SJ
La persona es importante para nosotros…
Una persona que sea competente, consciente, compasiva y comprometida con la realidad.
Que colabore en la construcción de una sociedad justa, solidaria, humana e inclusiva.
Que desarrolle su vida interior desde la espiritualidad, aprenda a conducir la propia vida desde un proyecto vital.
Y conozca a Jesús, sea acompañada por otros, viva experiencias con y por los demás y se transforme en agente evangelizador.
Las cuatro dimensiones y las «cuatro Cs»
Uno de los fines últimos y la razón de ser de un Colegio de la Compañía de Jesús es ofrecer una formación integral: académica, humana y cristiana, aplicando el Paradigma Pedagógico Ignaciano y la atención personal en todas estas dimensiones.
Arrupe lo definió como «La formación de hombres y mujeres para los demás».
Kolvenbach ha descrito al alumno que esperamos salga de nuestros centros como una persona «equilibrada, intelectualmente competente, abierta al crecimiento, religiosa, compasiva y comprometida con la justicia en el servicio generoso al pueblo de Dios», «pretendemos formar líderes en el servicio y en la imitación de Cristo Jesús, hombres y mujeres competentes, conscientes y comprometidos en la compasión».
Dimensión Académica
Dimensión humano-social
Acompañamiento, tutorías, orientación
Educación para la justicia y la ciudadanía global
para la inclusión
para el cuidado de la creación
Dimensión pastoral
Abriendo a la transcendencia
Personalización de la fe
Compromiso con la justicia
Dimensión pastoral
Abriendo a la transcendencia
Personalización de la fe
Compromiso con la justicia
Dimensión paraescolar
Las personas conscientes, competentes, compasivos y comprometidos potencian su profesión con su espiritualidad y su espiritualidad se potencia con la competencia profesional y capacidad de transformar y construir un mundo más humano.
Las personas conscientes son…
Personas que entienden la vida como un don y agradecen su dimensión de gratuidad.
Personas que se reconocen como invitadas a ser co-creadores responsables de sí mismas y de su mundo; llamadas a cuidarlo y mejorarlo y a hacer el bien. Personas que desarrollan conscientemente su libertad para decidir y usarla responsablemente.
Personas que reconocen la dignidad de las otras personas. Que aman la propia realización y la de los otros. Que entienden que los demás no son objetos suyos, sino personas igualmente llamadas a realizarse en un “nos-otros” que los incluye.
Personas que reconocen como su sentido y razón de ser a Dios-Amor, que nos crea a su imagen y semejanza y es origen y sentido de la vida de la que recibimos y de la que construimos libremente.
La personas competente…
En educación tratamos de que al término de cada etapa la persona haya adquirido las competencias que son razonables y deseables para esa etapa.
Ser competente significa no defraudar a otros que buscan los buenos servicios de esa competencia. Cuando decimos que un médico, un abogado, un ingeniero, un electricista o un maestro son competentes, decimos que nos podemos fiar de su capacidad profesional y que es capaz de dar el servicio de calidad que se espera de él. Por el contrario, el incompetente es un fraude y su incapacidad produce males: un aviador estrella el avión, un maestro deseduca y un médico mata.
Las competencias son específicas a cada etapa educativa y a cada edad en formación. Las sociedades establecen las competencias que deben ser adquiridas en las diversas etapas de la educación inicial, primaria, secundaria o superior.
Un título promete una profesionalidad competente en determinada área: sabe de eso. Quien no la tenga, engaña y defrauda a la sociedad.
El uso de una competencia es ambiguo: una persona muy competente puede usar sus habilidades y profesionalidad para construir o destruir, para explotar o servir, para actuar con verdad o falsedad, para dar vida o matar.
Por eso no basta formar personas competentes, sino que se requieren las otras 3 Cs para que la formación sea de calidad.
La personas compasiva…
Amar al prójimo como a ti mismo significa que no sólo reconocemos y amamos nuestra vida, sino también reconocemos y amamos la vida del otro como la propia y nos solidarizamos con su privación.
Significa que somos cuidadores de los demás y corresponsables (como reclama Dios a Caín). Que tenemos sensibilidad para ver y responder a las necesidades del otro: padecemos con él, le tenemos simpatía, somos solidarios con él.
En el Evangelio aprendemos que el prójimo no es sólo el pariente, el amigo y el vecino, sino también el desconocido, distinto y lejano. Hoy entendemos mejor que la humanidad es una y cercana y que aun de los lejanos hay que hacerse hermanos.
Con nuestro amor y compasión nos hacemos hermanos y así nos transformamos a nosotros mismos (parábola del samaritano). Jesús nos dice “Haz eso y vivirás” (Lucas 10,28). Con eso ganamos la vida. Hacemos hoy humanidad cuando ese espíritu alienta la política, la economía, la cultura… Somos portadores de esa esperanza. Lo contrario es odio, guerra y muerte.
Jesús nos dice también que Dios está ahí en ese reconocimiento (1ª carta de Juan 4,12) y que lo que hacemos con el más pequeño lo hacemos con Él (Mateo 25). En la hermandad y amor nos encontramos con Dios. Por eso S. Ignacio busca y pide que podamos “en todo amar y servir”.
Vivir eso es vivir con el Dios de Jesús, Padre y Madre que nos hace hermanos.
Un mundo sin esta dimensión floreciente es un infierno donde unos para otros somos lobos (“Homo homini lupus”, Hobbes).
La personas comprometida…
Con la vida y con la humanidad. Comprometidos con la solución de los problemas que aquejan a la humanidad de nuestro tiempo. Esto, junto con los rasgos anteriores, se contrapone al individualismo egoísta que sólo va a lo suyo, sin importarle los males de los demás. A la compasión el compromiso le añade actuación con visión de la realidad, la comprensión de las causas de los males, la construcción de instituciones y estructuras de valor.
En un mundo tan interrelacionado e interdependiente, el comprometido asume lo público como plataforma de bien común, nacional e internacional. El comprometido busca su bien, pero al mismo tiempo busca que sea bueno para los demás. Busca estructuras sociales e instituciones para que todos tengan oportunidad de vida digna, pues las sociedades que excluyen y niegan a una parte de ellas cultivan a la larga el conflicto y la mutua destrucción.
El comprometido tiene creatividad de nuevas posibilidades partiendo con una visión crítica de las negaciones que mutilan la humanidad.
Cuando en nuestra educación buscamos formar personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas, entendemos la vida como un don recibido que a su vez es don para otros. Jesús enseña que no gana la vida quien domina y oprime, sino quien sirve. El que dona su vida, aunque parece que la pierde, la gana. Este misterio de la vida es el alma de nuestra educación que busca formar hombres y mujeres “para los demás” y “con los demás”. Ese es el misterio de El Resucitado que por dar su vida no la pierde, sino que la gana y nos dona por amor y nos invita a hacer nuestro ese camino.
Aquí puedes acceder a diferentes documentos oficiales de la Compañía de Jesús sobre nuestro modo de educar y la tradición pedagógica de los jesuitas
Colegios jesuitas: Una tradición viva en el siglo 21 / ICAJE (2020)
Código de conducta de la Compañía de Jesús en España (2018)
La educación de la Compañía: una pedagogía al servicio de la formación de un ser humano reconciliado con sus semejantes, con la creación y con Dios. / Arturo Sosa (2017)
¿A dónde vamos y a qué? Innovación y renovación / Educsi
La formación de personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas / Ugalde (2015)
Excelencia humana: Hombres y mujeres conscientes, competentes, compasivos y comprometidos / Adolfo Nicolás (2014)
Retos y fines de la Pastoral Juvenil Ignaciana / Provincia de España (2003)
Carácter propio de los centros educativos de la Compañía de Jesús (1996)
Pedagogía Ignaciana – Un planteamiento Práctico (1993)
Características de la educación de la Compañía de Jesús (1986)